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Pajaritos heridos
Creciendo nuestras propias alas…
Por Laura Piquero Mylott © - Estados Unidos
lpiqueromylott@yahoo.com
El descubrimiento de nuestra verdadera esencia es algo que vamos revelando, tras remover los telares de la vida, pues somos criados en ignorancia, para que con la experiencia, lleguemos al camino que abarca todos los preciados conocimientos que conducen a la labor “de conocernos a nosotros mismos”. No significa que somos una sola cosa, pues tenemos control externo sobre nuestros disfraces y podemos modificar nuestro equipaje (nuestros, pensamientos, emociones y hábitos), sin embargo, nuestra alma siempre será la misma, porque es la parte de la creación que fue entregada a nosotros por Dios. El alma no cambia, simplemente es expuesta a toda clase de circunstancias que afectan nuestro equipaje, para que modifiquemos a estos, a favor de que el alma sea nuestra verdadera representante en la vida terrestre.

Las pruebas que nos pone la vida son perfectamente orquestadas, porque nos elevan y nos quiebran hasta que nos cansemos de caer de rodillas y en vez de victimizarnos más, nos paremos y vayamos decididamente por lo que es nuestro: la felicidad en todos sus aspectos. Los dolores son repeticiones de situaciones en diferentes tiempos, que vuelven a resonar con nuestro cuerpo energético, porque aún no están resueltos, o no hemos adquirido el valor de la lección que la vida trata de dejarnos como herramienta de superación. Y las alegrías, son una muestra clara de la sinfonía universal, una evidencia de lo que sucede cuando la vida es vivida en abundancia y estamos en sintonía con lo puro y bello; son la inspiración para seguir luchando por sanarnos de raíz de todo lo mundano, librarnos de nuestro equipaje y vivir una vida llena de paz, en la que recibimos todo lo que nuestro corazón más anhela, a cambio de servir a la humanidad sin prejuicios, sin limitaciones y esparciendo nuestros talentos y pasiones por el mundo.


Antes de tener la vida soñada, en la realidad (en vez de sólo en sueños), debemos enfrentarnos a batallas fuertes que nos harán dudar, llorar, sufrir, perder la fe, caer en un hoyo negro, y quedarnos impotentes ante nuestras vidas por un tiempo. Proceso necesario de choque entre el mundo físico (terrestre) y el mundo espiritual (el de infinitas posibilidades), para que encontremos el poder dentro de nosotros mismos para entender que todo lo que creemos que es “limitado” es realmente “ilimitado” y que la conciencia que divide a esto dos conceptos (uno que ata y otro que libera) es la del tiempo (la que vive pensando en el pasado o futuro en vez del presente): la de los juicios, creencias, culpas y disculpas que prologan la distancia entre nuestro pensamiento y nuestra acción por el simple hecho de que están condicionadas a limitaciones creadas por un cuerpo físico y energético lleno de bloqueos, que fueron producto de haber sido criado en la ignorancia.


El despertar de la ignorancia, o la transición de capullo, sucederá similar al nacimiento de la mariposa o la creación de la perla, el cuerpo extraño (las limitaciones, los miedos, los traumas, los recuerdos, los juicios, las culpas) invadirá una y otra vez al cuerpo físico, hasta que a punta de golpes asimile uno a uno todos esos factores que conllevan al mismo destino (el sufrimiento) y al fin se rinda ante ellos: se rinda ante la culpa inmensa que siente de lo que hizo, lo que no hace y lo que hará; se rinda ante sus limitaciones de que está destinado a “tener mala fortuna”, “nada le sale”, “está cansado de luchar”, “se está poniendo viejo”, “se le hizo tarde”, “las puertas están cerradas”; se rinda ante sus recuerdos que están atados a lo que ya no es ni volverá, o lo que ya lo destruyó, pero de igual manera atados a sentimientos de dolor; se rinda ante el hecho de que hay una fuerza mayor que domina su vida que lo llena de angustia (EL MIEDO); y por último, se rinda ante el hecho de que “es un pobre desgraciado, indigno y no merece la felicidad”. Al asimilar a todos esos demonios, el alma ilumina la conciencia que al fin logra silencio entre tanto ruido y entendemos algo esencial: Al sentirnos derrotados ante TODO en nuestra vida que “creemos es la pura realidad” y no es más que sombra, se nos abren los ojos al fin para poder ver, que a raíz de aquello ¡YA NO HAY NADA QUE PERDER!  Y al ver que ya no hay nada que perder, es que podemos comenzar la transformación de dejar ir uno a uno esos demonios pero ahora desde un lugar de cariño y de paz, porque nos damos cuenta que todos son producto de nuestras ideas de “fracaso, pérdida o trauma” de cosas que ya pasaron y que no limitan nuestro presente más.


A todos los demonios que nos persiguieron toda la vida en las tinieblas, y cuando andábamos en la ignorancia, a un paso de volver a sufrir por otra razón mundana u obstáculo (que no era más que otra prueba del camino), es bueno considerarlos como lo que son: “pajaritos bebés” heridos, desnutridos y abusados, producto de nuestro Ego (versión temporal de nosotros en la tierra, mientras descubrimos nuestro verdadero Ser), que ha sido abatido por las tormentas de la vida, y afectado por los traumas del pasado. Cuando nuestro Ego es afectado, al igual que el pajarito herido, sigue aferrado a nosotros porque está debilitado, en pena y además no tiene alas aún, consideremos pues que las alas son como el conocimiento que ilumina cuando es encontrado, los pajaritos en cambio, tienen afectada toda su estructura con los daños que no saben irse por su propia cuenta, necesitan que nosotros los guiemos para que crezcan sus alas y puedan volar como pájaros saludables y lejos de nosotros. Si notamos, cada uno de esos pajaritos heridos (el miedo, la culpa, el dolor, etc) es una resistencia ante las situación adversa que requiere de un poder mayor (no proveniente del Ego, sino de la verdad del Ser) para poder asimilarlo en paz, el miedo es una manera en que nuestro Ego nos quiere proteger al inicio de nuestras vidas,  la culpa es una manera en que nuestro Ego se resiste a disfrutar de la vida, y así sucesivamente, dado que el Ego se apega a todo lo limitante que le puede generar sufrimiento  y el Ser es un testigo viviente de la dicha y la paz.  De modo que al abrigar a estos pajaritos en vez de darnos más palo con la culpabilidad (que no conduce a nada) y al ruido de la mente que se opone al cambio hacia la paz, y además nutrirlos, sin juzgarlos  sino aceptarlos, abrazarlos, agradecerles sus lecciones y decirles adiós, es la mejor manera de hacer las paces con el sufrimiento que dividirá para siempre nuestra vida pasada, de nuestra vida real y permanente, la vida a nuestra manera y sin sombras ni limitaciones de ningún tipo…nuestra verdad.


Después de librarnos gentilmente de lo que nos acosó toda la vida, como una fuerza que parecía invencible y con un poco de amor, se volvió la más tenue de las brisas, tenemos que liberarnos de los muertos vivientes, aquellas personas que después de nuestra transformación, ya no apoyan nuestro camino hacia la verdad, porque siguen entre las sombras y creyendo que los pajaritos heridos, son demonios. Pero como a  tantos de estos nos los seguiremos topando en el común, esperando que algo de nuestra luz les llegue a iluminar un pedazo de la vida y dejen de sufrir, los que tenemos que limpiar son a los cercanos, los que la vida misma o nosotros mismos trajimos a nuestro camino.


¿Por qué es necesaria esta limpieza? Primero, porque lo roto atrae lo roto, después de enfrentarnos con todo lo que “creíamos ser” (que no era más que una versión extralimitada de nosotros), vemos que nos rodea más que todo gente que tenía las mismas  “creencias limitantes” que solíamos tener, porque para eso los habíamos escogido tiempos atrás, para que nos apoyaran en nuestro “sufrimiento” porque ellos también sentían o comprendían de una manera u otra, las mismas cosas. Y no es difícil reconocer con el primer reencuentro de nosotros en nuestro nuevo Ser y ellos en su Ego aún, que siguen en su mundo de oscuridad, de culparse a ellos o a los demás, de irradiar desagradecimiento y negatividad, y de estar un paso más cerca de encontrar la verdad, pero como es un proceso individual, los dejamos ir para que si la vida les permite “despertarse” podamos volver a compartir, pero esta vez incondicionalmente, sin juicios, sin pasado y sin condiciones. La segunda razón por la que debemos hacer una limpieza gentil de nuestros cercanos es porque nuestros familiares llevan toda la vida, metidos en la nuestra, el lazo ha proporcionado un exceso de confianza en donde quizás se generaron nuestras peores batallas internas, y algunos de estos lazos han quedado maltratados profundamente, perdonar no es un acto instantáneo en nuestro despertar, es un proceso de entendimiento, que a su propio ritmo nos va dando el valor de soltar, de olvidar y de perdonar de corazón, no por intenciones confusas y razones indefinidas que pretenden generar una cosa pero aspiran a otra, o sea sin ningún interés más que nuestra paz, y cuando estemos más aclarados espiritualmente, para desearle la paz al que nos hizo daño, porque reconocemos también que fue otro pájaro herido…atraído por el nuestro.


Perdonar es un proceso que toma tiempo porque es el último paso de nuestra sanación, es aquel acto que literalmente borra el pasado, porque hace las paces con él, dejándonos sólo el presente, el momento actual para disfrutarlo como nunca y la conciencia de hacer todo lo posible para conquistar lo que deseamos HOY, no mañana y sin la conciencia del AYER. Para aclarar nuestra mente de tanta chatarra subconsciente que no nos apoya en nuestras metas (sino que contribuyó a tantas depresiones terrenales), es necesaria la privacidad, el aislamiento y el desapego de la rutina para volver a encontrar el silencio. Al principio de nuestro nuevo camino la mente sigue en resistencia y por eso elige el ruido, para generar duda y confusión, pero donde hay silencio prima la paz y la libertad, de modo que para reconectarnos con esa nueva frecuencia de la mente (la tranquilidad) debemos alejarnos de todo el ruido externo, para enfrentar el interno y dejarlo agonizar a su tiempo de su propia desesperación.


Cuando adquirimos el silencio, todo nuestro alrededor cambia, tomamos conciencia de las infinitas posibilidades que nos rodean y ahí es que comienza a surgir el pensamiento optimista, un pensamiento que resurge de las cenizas y olvida todos sus recuerdos, ideas preconcebidas y demás para adoptar sólo lo bueno: la dicha, la gratitud, la desnudez del alma, porque al fin nos damos permiso de ser nosotros mismos, en TODO momento. A raíz de poder irradiar la luz, es que comenzamos a vivir desde el alma, desde nuestro verdadero SER y cuerpo, emociones y mente, son nuestro equipo (ya no equipa-je) que funciona como una unidad a favor de toda nuestra felicidad y por primera vez, al igual que todos los pajaritos rotos que pasaron por nuestras vidas, nosotros también crecemos nuestras propias alas…y entendemos lo que significa desde el lugar más puro…la absoluta libertad y la eternidad.
julio de 2012
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